I took a trip down to L'America

lunes, 8 de diciembre de 2008

Recoge, que nos vamos

Frío para cerrar la estancia. No había bastante con el frío que he pasado esta mañana viniendo al departamento, con -11 grados a las diez de la mañana. Al llegar abro el correo y me encuentro con el hito que tenía que marcar jodidamente los meses pasados aquí. El año pasado fue la abuela Consuelo, este año ha sido Marcos. Y te entran ganas de mandarlo todo a tomar viento y despedirte a la francesa. Pero no sé si me lo hubiera perdonado. Sus recuerdos se amontonan con los de los últimos tres meses, y yo veo necesario hacer balance antes de partir, por higiene.

Así, veo que este año he publicado prácticamente la mitad exacta de  entradas que el año pasado. Por qué? Ni idea. No sentía la necesidad de contar cosas que tenía en Taiwan, aunque también es verdad que este año tenía vida social y durante el veranito chino ésta brilló por su ausencia. Supongo que habrá redundado en una mayor densidad. Por otra parte, las sensaciones a escasas 24 horas de coger el avión de vuelta a casa son menos intensas que el año pasado. Llevo unos días pensando en ello, puede que sea porque he estado más como en casa este año. O puede que me haya acostumbrado a estar lejos de la gente y del ritmo de vida que llevo habitualmente. Me resulta extraño e incluso me asusta un poco.

Y cómo cerrar ésto? Pues a la manera de un maestro de esos a los que mi generación debe bastante. Me siento, abro un baúl y empiezo a meter cosas.

Y van cayendo las hamburguesas de la Amherst Brewery, los cafés larguísimos con donut de cada mañana que compraba en la Convenience Store y me bebía camino del despacho. Los bocatas de roast-beef y el sushi de Northampton. La paella que le hice ayer a Sara y la lasagna que hizo ella la noche de las elecciones.

Las cervezas del Amherst Coffee con la mirada perdida en las caderas de la camarera (ésa que descubrimos que hablaba italiano después de alabar sus curvas en la lengua de Dante), todas las que me tomé con mi primo, especialmente aquellas del Red Lion Bar. Botellas y botellas de vino, a veces red, a veces rosso, a veces tinto i a voltes negre. Sam Adams de todo tipo, condición y color.

Datos con mucho ruido. Gas molecular en la barra de NGC1530 y borrones en el disco externo de M83. Invitaciones al optimismo en el medio interestelar de HCG40 y HCG79 y un proceeding para las actas de la SEA que costó más de un disgusto. OVRO, CARMA, SMA y los viejos datos del treinta metros. Tres softwares distintos en tres meses.

Las charlas con el Skype con la familia, con lo contenta que se pone la mare. El selectivo del Richi, el bombo de la Vero, el santo de Carlos. Confesiones de messenger de soslayo en la medianoche del Mediterráneo. Los correos del personal convocando a fiestas, cumpleaños y botellones. Piticli Rulez in Boston (con barras y estrellas y todo).

Bandas de Jazz, de country, de rock, de charanga surreal. Discos de tarantellas y de música clásica. Rumbas a la guitarra intentando que los yankis consiguieran coger el ritmo. Esperar a la vuelta y al sentir una sensación extraña en Granada para ver cuál será la canción que marque la estancia aquí. Pruebas irrefutables como este pantallazo
..en un castillo, cartón de leche, pijama de lino.
de que la labor proselitista funciona y puede convertir a una astrónoma de Washington con una licenciatura por la Universidad de Alaska en diácona de la religión chanante.

El lago del campus helado, la vista desde el Empire State, el color de la mañana en Cambridge, el de las hojas al caer octubre. Las conferencias telefónicas de James a gritos a cualquier hora del día o de la noche. El olor de una habitación donde viven dos hombres tras muchos días sin abrirse. Los nervios, el garabato que me echó John, las charlas con Loretta al volver por la noche, la cuadrilla de los fumadores nocturnos de Prince.

Libros, libros. En castellano, en catalán, en italiano, en inglés. Muchos. Pelis. Más todavía. Butch Cassidy y Sundance Kid en Princeton. 

Y mil cosas más que darían para pasarme aquí la noche escribiendo. El año pasado pronosticaba la reapertura del chiringuito, como así ha sido. O cambian las cosas o el año que viene por aquí se va a acumular el moho . No parece que vaya a haber estancia, así que tendré que dedicarme a dar la murga de algún otro modo. A los que pasastéis por aquí, a los que voy a ver en breve, a los que tardaré un poco más en ver, a los que no sé si veré, gracias de nuevo por la compañía

Fue un placer.

 
Au, adéu! Comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!

Au, adéu! Comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!

Sé, però, que no s'estrena un prat
seguint sent rellogats
a dins una gran cova.
Mil espills em trenquen en la nit
colpegen el meu pit
i m'omplen d'ais la boca.
I un badall ofega el meu crit
i deixa l'ull humit
i el nas demana: Moca't!.

Au, adéu! Comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!

Nova sang arriba al meu cervell
i em sent tibar la pell,
i em torna a la memòria
temps de caça, de peixos i d'ocells,
de joves i de vells...
Però ara es altra història?...
Tot i així un qualsevol fracàs
em posa en el percaç
dels records sense glòria.

Au, adéu! Comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!

No és clar, per tant també és obscur.
Tinc a davant un mur.
El riure se'm capgira.
L'atzucac em fa fer un atur.
Present, passat, futur...
i un mateix temps de mira.
Veig el blat més tendre que madur,
veig qui mana segur.
El món no avança: gira.

Au, adéu! Comence el meu comiat
a tot el temps passat.
Bon vent i barca nova!
Un forat em torna a donar llum,
un cigar em don fum
i una ampolla, empenta.
Cec d'engany em guie pel bastó
malfie del color
i de lletra d'impremta.
Done fe d'aquestes sensacions,
li llence al foc carbó
i retorne als meus trenta.

Au, adéu! Comence el comiat
i sóc nou arribat.
No me'n vaig; sóc qui torna.



lunes, 1 de diciembre de 2008

De vuelta

Ha sido genial. Y como todo lo bueno, ha durado poco, o al menos lo ha parecido.

En primerísimo lugar, ha sido una gozada encontrarme con la familia allende los mares. Vale, en navidad nos vamos a juntar veintipico y aquí sólo estábamos el cosí Carlos y yo. Pero donde hay dos Badenes, hay familia. Y punto. Creo que ninguno de los dos defraudó al otro, y buena prueba de ello fue el énfasis con el que nos dimos a lo que mejor sabemos hacer juntos, que es beber cerveza. Por supuesto, más de un brindis fue para el tío Javier, que era la tercera pata del banco que aguantaba la barra del bar Gilber a poco que nos juntáramos en Atzeneta.

Ha habido tiempo para algo más que beber en pareja. Hemos bebido también mucho en grupo. A falta de nada mejor, en la familia nos enorgullecemos de saber rodearnos de buena gente, y el primo de Princeton no está siendo menos. La cuadrilla con la que anda el mozo por allí es de lo más divertido, y la prestigiosa (vamos, digo yo) astrónoma italiana que puso la casa para los actos multitudinarios (aka. borrachera del miércoles noche y despropósito de Acción de Gracias) es una regadera con patas de lo más divertido. Fue en su horno en el que se estuvo cocinando el pavo por dos o tres horas más de lo esperado. Espera que fue menos gracias al alijo de jamón que había enviado la tía Mari Tere a su hijo y sobrino. No veas cómo voló, oiga, que me lo quitan de las manos. Es lo que pasa cuando le pones delante un plato de ibérico in-cre-í-ble a gente que, en el mejor de los casos, no ha pasado del San Daniele.

Y también ha habido tiempo para ir a Nueva York, por supuesto. El viernes, con todo el resacón, nos lo tomamos con filosofía y llegamos tardecito y dispuestos a hacer el turista. Así que, como buenos turistas, bajamos del metro en Brooklyn y cruzamos el puente a patita. He aquí el testimonio gráfico.

El mozo es mi primo. Sale movido, pero es que se puso en medio para joder la foto. Pues ale, toma.

Una vez en Manhattan ya no pudimos soportar la sed, así que iniciamos la secuencia del turista viciosete: media hora de paseo por Chinatown, media hora en un bar. Media hora en Little Italy, cenita con birra. Media hora para encontrar en Red Lion Bar, y el acabose. Vaya por delante que tampoco queríamos beber tanto, pero es que la banda que empezó a tocar a las 10 era algo superlativo, así que tuvimos que quedarnos más rato y seguir consumiendo.

Para que no pudieran decir de mí, al día siguiente volví yo solito e hice lo que se supone que debe hacer un paleto como yo en NY: Empire State, 5ª Avenida, Central Park, Grand Central, Chrysler... Habéis visto mil fotos y todas mejores que las mías y para volver a oir aquello de "es como en las películas" o "en cada semáforo tienes que levantar la cabeza", pues mejor os ponéis una peli de Woody Allen y os hacéis una idea. By the way, compañeros Piticlis, si ellos pueden acabar tocando en ese templo mundial, todo es cuestión de proponérselo. Del Ardacho al Radio City sólo hay un paso.

Todo ésto hubiera dado para un fin de semana redondo, genial. Pero faltaba una visita obligada. No hablo del campus de Princeton. Es precioso, increíble, pero no viene al caso. Hablo de una tienda. De discos. De segunda mano. Y donde por 55 dólares (que no olvidemos que, al cambio que se me aplicó cuando los compré son menos de 40 euros) te puedes comprar 11 discos. Repito, para pasmo y envidia: 40 euros, 11 discos. Encontré cosas que buscaba específicamente, me permití bromas macabras [el de Thin Lizzy, clic para ampliar y dar fe, me salió por el precio de una caña en un bar. En un bar de Granada, no de aquí], y aproveché para hacer compras que no hubiera hecho de otra manera.



Me largué de allí cuando ya me estaba dando el mal de Stendhal. Ya veremos si puedo pasar la frontera sin que me acusen de contrabando. Y para los observadores: sí, en la foto hay 13, no 11. Ya puestos, me compré un par a precio "normal", 12 dólares. Si queréis hacer una porra para adivinar cuáles son, se los grabo al ganador ...

miércoles, 26 de noviembre de 2008

San Guivinsdei

Santo patrón de los puentes yankis. En apenas dos horitas me subo al coche de Paolo y cogemos camino al sur. En tres o cuatro horas se supone que nos plantamos en New Jersey, y cada uno pasa los cuatro días por su cuenta. A mí me toca primo y cena de Acción de Gracias con astrónomos exiliados, una reunión que tiene pinta de parecer la ONU.

Y por supuesto, aprovechando que me quedará a menos de una hora en tren, la visita obligatoria a The City that Never Sleeps. Pero mejor que os lo cuente Frankie, que seguro que lo hará mejor que yo.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Disyuntiva dominical: O currar, o James

Me he venido un rato al despacho. El domingo por la tarde. Sí, lo sé, es triste. Pero tiene sus atenuantes y sus razones de peso. Por una parte, ayer conseguimos salir de fiesta. Volvimos a Northampton a cenar y después nos fuimos de bares con música en directo. Primero fuimos a uno pequeñito, el Yellow Sofa, casi en plan chill-out, que dirían los modernos, que también hace las veces de tienda de tarjetas de felicitación, donde tocaba un grupo raro que hacía versiones raras pero muy guapas. Y después, a otro donde al llegar estaba tocando una banda de rock/country a la que siguió, sobre las 12, un tío que pinchaba música rollo Motown. Muy chulo, pude bailar hasta cansarme, y ya me hacía falta. Queda, además, la constatación empírica: Northampton es la jodida isla de Lesbos. Fue graciosos el comentario de Francesca, la chica de Paolo, cuando le pregunté si sus alumnas son guapas: "Si, sono carine, ma sono tutte lesbiche. Ovviamente" Obviamente? Cómo que obviamente? Puedes meterle mil corolarios a esa frase, pero ¿obviamente? Pues sí.

La juerga de ayer hace que no me sienta especialmente miserable al estar trabajando un ratillo. Puedo también argumentar que soy un chapucero y la última calibración que hice la tengo que repetir antes del lunes. Puedo esgrimir también que me quedan aquí poco más de dos semanas, y que el miércoles me voy cuatro días de puente, así que hay que adelantar faena. Pero creo que lo que en realidad me ha empujado a venirme ha sido que no estaba dispuesto a pasarme el día en la habitación.

Si tienes ganicas de domingo tranquilo, estar metido allí, calentito y viendo pelis no es una mala opción. Además, Sara ha pasado una semana en Roma y me ha traído Gomorra en italiano, y estoy enganchao. Pero hay un detalle que a los más avispados no se les habrá pasado por alto: no vivo solo. Es más, vivo con una jodida subcontrata de telemárketing sudanés, porque de otro modo no se entiende. Anoche, cerca de las dos, y algo piripi, acabé por cerrar el libro, darme media vuelta y resignarme a esperar a que James acabara de hablar por teléfono. Antes me dormí que lo hizo. Y esta mañana, me ha despertado dando voces en swahili de nuevo. Joder, esto es como una pesadilla. Con la empanada de recién levantado he llegado a preguntarme si realmente había dormido o se había pasado toda la noche de conferencia. Salgo a por un café, vuelvo, y ya está de palique otra vez. Y con el estor bajado. He comprobado que, si no subo el mío, él puede estar perfectamente a oscuras todo el santo día, sólo con la luz del techo. Sé que no es un vampiro porque alguna vez sale a comprar después de comer, pero no tengo más razones para creerlo. Porque también come en la habitación. Y si no abre ni la cortina, no pretenderemos que abra la ventana. No, no. Así que el ambiente resulta no sólo lúgubre, sino también bastante cargadito. Y en esas estaba yo, pensando que el despacho no era tan mala idea cuando, a base de largar tremendos escupitajos a la papelera (mientras seguía con el teléfono, hay que ver), ha acabado por convencerme: me voy a calibrar datos, ale.

Soporto esto por varias razones. La primera es que, por razones de higiene mental, no suelo pasar todo el día en la habitación. Puede que lo haga un día cada dos o tres semanas. Y aparte, soy de natural apocado, así que prefiero salir a dar una vuelta y airearme (que ahora es sinónimo de helarme como un pollo) a una situación violenta del tipo "Macho, me das asco. ¿Puedes parar de escupir?" o "Esta habitación apesta, haz el favor de ventilarla". Por supuesto, lo disfrazo de pragmatismo, y me convenzo a mí mismo de que, para dos semanas que quedan, de las cuales voy a estar poco más de una con él, tampoco merece la pena montar un cristo.

Y además, puedo venir aquí, escribir cuatro tonterías y desahogarme. Y eso siempre reconforta.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Fresquete

No por previsible está siendo menos chungo. Nos ha llegado el frío. Y, como casi todo en este país, a lo grande.

La semana pasada estaba ya con la mosca detrás de la oreja. No era normal. Un tiempo extrañamente bueno, había tardes en las que podías salir a echar un cigarro sin tener que ponerte la chaqueta. Y eso que ya habíamos tenido un par de avisos, llegando a cero o rondándolos hace dos o tres semanas. Pero lo del domingo ya era cachondeo. A las 7 de la tarde, casi dos horas después de que anocheciera (porque aquí oscurece obscenamente pronto), teníamos 20 grados, lluvia y un noventaytantos por ciento de humedad. Tenías la sensación de estar en la playa una noche lluviosa de junio, más o menos. Y no podía quitarme de la cabeza un pensamiento: "Vas a ver cuando escampe"

Pantallazo para incrédulos. Fecha y hora arriba a la derecha. Click para aumentar

Y escampó. La caída ha sido de más de veinte grados en 24 horas. Ojo, grados Celsius. En Fahrenheit, que es lo que se estila por aquí, son cerca de cuarenta, que asusta más todavía.

Y en esas estamos. Ahora mismo a 5 bajo cero, con viento para hacerlo más agradable si cabe y previsiones de mínimas rondando los 10 negativos. Antes de venir mi madre se lamentaba por haber tirado los calzoncillos largos del abuelo "con lo bien que te iban a venir" y a mí me daba la risa. Ya no me da, ya no. Se me está helando. Y mucho me temo que va a haber tiempo para risas más gélidas todavía.


domingo, 16 de noviembre de 2008

Fumadores (o cuando el finde acaba en viernes)

A estas alturas de estancia ya está más o menos claro que no tengo un abanico de amistades demasiado amplio. Por supuesto no es variado, pero es que no he tenido un grupo de amigachos variado desde que dejé el pueblo. Así, cuando hay bajas, se nota. Y mucho. Sara se ha pirado a Italia a hacer de testigo de la boda de una amiga (bueno, y a hacerle carantoñas al maromo también), así que nos hemos quedado Paolo y yo, en familia. Únase que el mozo ha modificado hace poco el grado de intimidad que tenía con otra italiana que ronda por aquí y está embobado como un adolescente, y tenemos lo que tenemos: que esta semana me he quedado a mi marcha con bastante frecuencia. No es un problema, lo llevo bien y a ratos incluso me apetece. Y me permite tener charlas con otra gente. Como la cuadrilla de los fumadores.

Es bien sabido que con el tema del tabaco aquí son algo integristas. En teoría no se puede fumar a menos de veinte pies (~7 metros) de las puertas o las ventanas de los edificios públicos. Luego colocan los ceniceros al lado de la puerta, con lo que componen una bella estampa de bombero torero, pero la ley es esa. De fumar a cubierto, mejor ni hablamos. El otro día descubrí que llevo dos meses sin fumar bajo techo. Echar un piti con un café o una copa en la mano sin pelarme de frío empieza a formar parte de mis fantasías más húmedas.

A fuerza de salir todas las noches un par de veces a echar un pito, acabas coincidiendo con la gente que hace lo mismo, y ya tengo más o menos controlados a los viciosos impenitentes. Uno es aquel guitarrista que nunca dijo nada más de la jam session. El resto, un grupo variopinto, pero bastante majos. Un par de veces se ha dado otra situación curiosa: viernes o sábado, sales a echar el último antes de dormir, a la una o las dos de la noche. Y, como quiera que la ventana del colgao de la guitarra da justo al sitio donde suelo apalancarme, al volver a entrar a la residencia aparece el tío con un pedo de capitán general y me dice que pase, que están tocando. El último día que fui había unas cinco personas, ciegas como piojos (dos papeleras llenas de latas de Bud vacías daban fe) y maltratando dos guitarras, un violín que sonaba a gato despellejado y un organillo. Sí, un organillo. Y como no podía ser de otro modo, era un Casio, con todos los gratos recuerdos que me trae a la mente. El resultado a nivel musical era como para mandarnos a todos al penal de Ocaña, pero bueno, los chavales parecía que se lo pasaban bien.

Hay maneras de resarcirse de tales despropósitos, por supuesto. A unas diez millas de Amherst está Northampton. Es una ciudad pequeña y llena de estudiantes. Eso se traduce en un ambiente muy liberal y con fama de lesbian-friendly. Por eso, o por homenajear a sus vecinos más famosos (no me lo creí hasta que lo vi aquí), la escena musical de la villa está de lo más viva. Aparte de haber un músico callejero (bueno) cada 100 metros, la agenda de conciertos es amplia, buena y variada. El viernes, sin ir más lejos, nos metimos en una sala donde había sesión doble de country modernete, eso que los enteraos llaman Americana. El segundo grupo, muy apañao: chavales por debajo de los treinta, mucha gente en el escenario, buena puesta en escena... Muy bien, vamos. Les compré un CD, por si alguien lo quiere a la vuelta. Pero los que estaban tocando cuando llegamos eran algo grandioso. Cuatro tíos y una tía sentados en sillas en una esquinita del escenario, formando un rolde de no más de un metro de diámetro, hombro con hombro. Armónica, una especie de mandolina eléctrica, guitarra, bajo y violín. Y un metro atrás, una caja, un plato y un bombo. Mucha juerga, mucho jaleo. Mucha química. Y muchos años, por supuesto. Lo más parecido que he visto en mi vida a un grupo de gitanos arrancándose por rumbas.

Es jodido que el finde empiece y acabe el viernes, pero también es verdad que después de aquello todo sabe a poco. 

PD: Hay algunos que estaban al tanto, ahora lo hago público: me he comprado la chapa.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Mitch Mitchell

Qué es tocar bien? Tocar bien es que, después de haber oído diez, cien o mil veces una canción, sigues sin poder adivinar qué va a hacer el músico en el siguiente compás. A la poca gente que me lo preguntaba, le respondía últimamente con la misma cantinela: Buddy, Bonzo, Moon y él. De pie, no sentado, a la izquierda de dios en una de las portadas más grandes de la historia del R&R. 78, 80, 87 y hoy mismo. Otro grande que deja de sonar.


No es ni la mejor canción que grabó ni su mejor interpretación. Pero todos los que tenemos un par de baquetas en casa lo hemos intentado al menos una vez. But first, are you experienced?