Y cómo es el lugar en el que he vuelto a recaer en la convivencia universitaria? Pues... Pues es, y de momento poco más. Alguien ha comentado delante de mí (no me preguntéis quién, no lo recuerdo) que es una "Grad Student Residence", esto es, una residencia para personal que está haciendo un máster o un doctorado. Puede ser, la verdad es que no he visto a nadie con esa entrañable pinta que hemos tenido los recién llegados a la universidad: bisoños, recontrahormonados y en el fondo inocentes, ellos, y aparentemente de vuelta, radicales en su estética, fuera cual fuera y listas para el desengaño, ellas. No, parece que el personal aquí ya tiene los huevos peludos. Y, sin embargo, la inmensa mayoría de las habitaciones, según se puede ver en los planos, son dobles. Por haber, hay hasta habitaciones de cuatro personas. Que no digo yo que no sea divertido irte de viaje una semana con los colegas y compartir habitación, u ocuparle la casa a un colega con motivo de alguna celebración (un ejemplo paradigmático sería la toma de pisos de estudiantes en Fallas). Pero es que la gracia reside precisamente en recordar los años en los que eso era lo normal, no en compartir espacio vital con tres bigardos de más de 25 años durante todo un curso escolar.
Bueno, allá cada uno con lo suyo. Y allá yo con mi James. Hablando de James, me desanimaba notoriamente lo mal que lo entendía cuando hablaba inglés. Ayer llegó de pasar el finde fuera, en Nueva York. Salgo a fumarme un pitillo (huelga decir que la residencia, como todo aquí, bares inclusive, es strictly non smoking) y cuando vuelvo me dice "disculpa, estoy hablando con mi mujer, y algo is not going right". "Coño, me voy fuera?" "No, no, sólo era por si te molestaba" Como mi idea era leer un rato en la cama, le dije que por mí no había problema, mientras pensaba que la una de la madrugada no era una hora demasiado ortodoxa para ponerse a hablar por teléfono. Inmediatamente caí en que mi razonamiento era una supina estupidez, pues ninguna hora es mala para una parienta con ganas de trifulca, pero en esas empecé a darme cuenta de que, por muy slang que estuviera hablando el colega, había algo que no cuadraba. Y tanto, que no cuadraba! Como que hoy, echando un vistazo a su estantería, me he encontrado esto:
Un neoliberal muy hijoputa no hubiera podido idear una distribución de los libros más retorcida...
Ahí queda eso, resulta que lo que habla mi roommate es swahili, ná menos! Voy a tener que pedirle que me explique un poco mejor eso de Utah. Y el caso es que me dijo que él era americano (where "american" stands for "gringo", ya conocéis la terminología de aquí)
Dejando de lado al James, decir que la residencia tiene una cocina común. Donde lo único común son los fogones, esto es, te tienes que agenciar hasta las sartenes. Con carita de pena, le he preguntado a Min si tiene por casa una sartén y una olla viejecitas que me pueda prestar hasta diciembre. Sí, vale, puedo comprármelas, pero también me tocó comprarme nada más llegar unas sábanas, una manta e incluso una almohada, que la cama no tenía más que un colchón pelao, y cuando se lo dijo me contestó que todas esas cosas se las podía pedir a él, que no valía la pena que me las comprara para menos de tres meses. En una muestra de buena fe, esa misma tarde me dejó un paraguas de cuadros verdes.
Para salir del paso los primeros días, o más bien las primeras noches, hice una compra de batalla: pan, tomates, salmón ahumado, brie y prosciutto para hacer las veces de jamón. La primera noche, bocatas de lujo. La segunda, como ya dejé entrever, chasco al descubrir que me había equivocado de electrodoméstico y que, a menos que quisiera cenar helados de salmón, queso y tomate, estaba bien jodido. Curiosa o sospechosamente, el jamón no se había congelado, y eso que estaba cortado en lonchas finas, así que me aticé unos bocatas como los que te ponen en los campos de fútbol: pan, jamón, y pan, a palo seco. Y si te cuesta tragar, polvorones.
Por suerte, el viernes, al volver de tomar unas cervezas, Min me comentó que al lado de mi residencia hay un comedor. Prince está es una zona donde hay otras residencias, supongo que del mismo palo, y edificios de unas 20 plantas que supongo apartamentos, así que da servicio a toda el área. Hace un ratillo he estado cenando allí y la impresión ya estaba matizada, pero el sábado, la primera vez que fui, fue entrar y decir "Joder, this is America!" Pagas a una cajera a la entrada (yo, 9 $, por ser "faculty" me sale más barato, ji, ji) y tienes una barbaridad de puestos, del tamaño de una cafetería de aeropuerto, con comida de lo más variado, y así revientes. Traigo aquí a los amigos del pueblo y llevan a la universidad a la quiebra en un mes. Lo dicho, de todo. Ante tal despliegue a la hora de la cena a mí me entra pesadez antes de empezar, así que estoy tirando por el colorista buffet de ensaladas. Entre otras cosas, tienen la delicadeza de poner una botella de vinagre y una de aceite al lado de las cincuenta salsas, así que estoy como en casa. Que te quieres tomar dos zumos? Pues te los tomas. Al final voy a resolver el tema de la comida mejor de lo que pensaba.
Vale, pero eso, como ya he comentado, es el comedor, y la preocupación por la decoración se quedó ahí. La residencia, una vez sales de los espacios de la primera planta, tiende al minimalismo. Decir que tiene un aire cuartelero es ser amable. No digo que sea carcelario porque hace mucho que no paso por el maco, pero mi habitación, sin ir más lejos, por no tener no tiene ni la pared lucida. Ladrillo cara vista, como en los colegios? No. Bloque caravista, como en un internado de la posguerra. Pintadito de blanco, eso sí. Tubos de la calefacción a la vista, una luz fluorescente nada más entrar y unos azulejos en el suelo muy Torremolinos'60. Vale, tiene una ventana grande. Pero como estamos a ras de suelo, mucho tiene que pegar el sol para que el ambiente no sea mortecino.
Eso la habitación, que pretende ser hogareña. El pasillo se matiza un poco porque el suelo está enmoquetado. Pero la escalera, por ejemplo, parece la de un búnker. Hormigón en el suelo, hormigon en las paredes y una desagradable sensación de haber visto algo parecido en algún matadero.
Solución contra tal tristeza ambiental? Currar como un campeón y acabar cansado y con ganas de llegar. Porque mi despacho está sucio, pero no es lo peor. Tampoco se les ocurrió ponerle una ventana. Cosustancial al becario, al fin y al cabo.
Vaya ladrillo me ha quedao...