I took a trip down to L'America

sábado, 30 de junio de 2007

Mi casa, ahora sí

Pues bien, este es mi pisito de soltero en Taipei.


Y ésta, la vista opuesta.


Y ya está, no busquéis más. Salvo el ángulo muerto de la cabecera de la cama (de pino cutre) esta es toda la cera que arde.

Por supuesto, podría haberlo ordenado para hacer la foto, pero no quise, así tiene más personalidad y no parece una habitación de hotel. Aparte, como podréis deducir del desparrame de maletas, la foto está hecha nada más llegar. En fin, una bombonera. O una caja de cerillas, según cómo veamos la botella. Faltar, lo que es faltarle, sólo le falta el fogón que me prometió la casera, habrá que apretarle las tuercas otra vez. Más que nada porque por este cubículo, que no por mono deja de ser pequeño, pago sólo un poco menos de lo que me cuesta el palacete de Granada. Lo de palacete lo digo ahora, vamos, que en perspectiva tengo la sensación de que poniéndole dos porterías puedo jugar al fútbol cuando vuelva. Parece ser que el tema de la vivienda está peludo también por aquí, en todas partes cuecen habas. Por muy barato que te salga comer a diario o coger el transporte público, algunos precios no desentonarían en València, por decir un sitio. No quiero ni imaginarme lo que puede suponer la vivienda para un taiwanés medio, a lo mejor no estamos tan jodidos como nos creemos y, oye, al fin y al cabo Taipei no es Londres, pese a que tengan en común la contaminación, la humedad, el chaparrón cada tarde, la sobredosis de té, el papeo chungo, la arquitectura popular espantosa, el neoliberalismo económico...joder, a lo mejor si a los chinos les da por abrir los ojos del todo y poner un Big Ben se parecen más de lo que creía.

A lo que iba: mi casita. Está en un piso trece, con lo cual debería tener buenas vistas. Sin embargo, la capa de mugre que hay en las ventanas no deja apreciarla con toda su grandeza. Por otra parte, es lógico que la tenga, en una megaurbe con tanta polución y donde llueve cada tarde los cristales tienen todos los números para estar bien guarretes. Lo cual no es óbice para echar en cara a la arrendadora la poca maña que se dieron en limpiar antes de dejarme el piso a mí. La cosa era correcta, pero generalmente cuando entras a un piso que acabas de alquilar (y no es muy viejo) se pueden comer sopas en el suelo, y aquí no se ha dado el caso.

Pero oye, yo estoy de lo más contento, ya tengo la sensación de estar en mi casa, y no en la habitación de un hotel. Y tengo aire acondicionado, una cama grande, conexión a Internet y un cuenco de barro donde poner los lichis que venden a euro el kilo justo al lado de la puerta. Qué más quieres, Baldomero? Espero vuestras valoraciones.

Por cierto, antes de que lo preguntéis: las sábanas no venían de serie. Me las he comprado yo.

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