I took a trip down to L'America

miércoles, 25 de julio de 2007

5.6

El lunes por la noche, a eso de la diez menos veinte estaba en casita, apoltronado en la cama, que hace las veces de sofá, silla para desayuno y mesa de estudio, mirando alguna tontería en Internet. Podría haber estado viendo una película, pero en esos casos suelo estar más recostado, y recuerdo que estaba incorporado, con la espalda apoyada contra la pared y las rodillas en ángulo recto, apoyando las plantas de los pies en la sábana. Me pareció que la cama vibraba ligeramente, que había un pequeño temblor. Una sacsaeta, en valencià. No le dí mucha importancia. Un colchón tan jodidamente duro como el mío transmite las vibraciones con la fidelidad de una trompeta, y supuse que simplemente había movido los pies o había dado un golpe de cadera, con lo que lo había hecho vibrar. Pero me escamaba esa sensación de balanceo en los gemelos y la parte inferior del muslo. No será nada, pensé.

Tengo que admitir, sin embargo, que por un momento se me pasó por la cabeza algo peor. Taiwan no es una zona sísmicamente tranquila. Recuerdo que el gran Palmer me había comentado que cierta persona dejó al marido en Taiwan y se volvió para la piel de toro después del miedo que había pasado en un terremoto (este sí serio, de los jodidos de verdad) en Taipei. Como no hubo nada parecido a una secuela, prácticamente no me acordaba al día siguiente.

Pues bien, hoy hablaba con una nueva compañera temporal que hay por aquí, una alumna de doctorado de Paul Ho, el director del centro, que ha venido desde del CfA de Boston a estos lares para acabar la tesis cerca de su director. La repentina amistad que ha surgido se debe, básicamente, a que se llama María y es de Madrid. No voy a permitir que nadie me salga con soflamas cosmopolitoides o se líe a llamarme paleto por ello. Paleto lo soy, y orgulloso, y ya lo he dicho alguna vez antes. Y sé, por experiencia propia y bastante dolorosa, que muchas veces intentar congeniar con alguien en el extranjero por el simple hecho de que hable castellano y pague sus impuestos en España puede ser un desastre. Insisto, he huído en muchas ocasiones de las cuadrillas de españoles en el extranjero. Los Erasmus, concretamente, son una subespecie de lo más repelente, y me da igual cagarme en un mito (es más, mi facción iconoclasta disfruta barbaridades). El Erasmus español sale al extranjero bien para hincharse a follar, bien para sacar asignaturas que iba a tener colgando del expediente por los siglos de los siglos amén, bien para vivir realmente un año en otro país y/o cultura. Sin negar que tengo el sexo siempre en la cabeza y que aproveché la estancia para subir la media algunas décimas, yo me marché para Italia con ansia de mundo. Y me metieron a compartir habitación con un gañán que en su séptimo año de carrera aspiraba a quitarse de encima Mecánica y Ondas (para la gente que no es de Física: troncal de segundo. DE SEGUNDO), dos troncales de tercero y cuatro de cuarto. Aderezado con algún valiente que dejó a la novia para ponerse las botas en Trento y volvió con telarañas en la polla y otros fulanos por el estilo cuya característica más destacable (y prácticamente única) es el grito de guerra "Yo soy español y yo sé lo que es la fiesta, aprended de mí". Y con esos mimbres pasan un año. Por no decir que el que aspira a follar allende las fronteras más que en casa revela la misma voluntad escondida que los grupos españoles que cantan en inglés: esconder su incapacidad para articular un discurso atractivo; si no tienes nada interesante que aportar puede que no se note tanto. A qué viene este desvío? A que ya tengo el culo pelao de ajuntamientos con la única cola de contacto del DNI bastante lamentables como para seguir a ciegas la llamada de la raza íbera.

Como iba dicendo antes de este circunloquio que sólo ha servido para que el post no se quedara en dos líneas, estaba hablando hoy con María cuando me dice "Has oído hablar del terremoto?" Por las barbas del profeta! A ver si era verdad! Efectivamente, 5.6 grados en la escala Richter. A no-se-cuántas millas de la capital y subacuático. Pero un terremoto al fin y al cabo, oye.

Recapacito y veo que en cualquier noche de verbena de las que se empiezan a suceder por mi tierra y yo me estoy perdiendo pasan cientos de cosas más interesantes que un breve temblor en las piernas. Pero esto da más juego. E insisto, he sentido un terremoto por primera vez en mi vida. Y como casi todas las primeras veces no ha sido para tanto...

6 comentarios:

juandesant dijo...

Anda, anda, que los de grado 5 en la escala Richter los tenemos en Granada cada 6 —ejercicio para el lector—, y en mi familia ya hasta los comentamos: "Oye, cuánto ha durado éste, ¿no?" "Pues sí, seguro que de energía iba bien, pero fíjate qué mierda de bamboleo"…

juandesant dijo...

Y si mal no recuerdo, creo que a esa María la conocí en el CfA cuando estuve en Boston. Quisieron que ella se encargara de sacarme por ahí a comer, pero no soy yo tan cabrón como para ir imponiendo mi presencia por ahí, así que casi ni hablé con ella… típico ;-)

Sentet dijo...

Pues tendras razon, pero yo en Granada todavia no he notado nada. Puede que estar en un piso 13 refuerce la sensacion de estar en "algo" Y oye, tu tambien haces codigo como si tricotaras y yo todavia estoy paladeando el gustazo que me dio compilar con exito el de E. Perez. Cuestion de costumbres...

LaRana dijo...

Así que tienes novia, eh?

Novia Castellana, eh?

Novia Castellana residente en Boston, eh?

Mare de Dèu! Vicentico, eixa dona no portarà més que problemes. Deixa-la per una xineta de a vint euros, que són més agraïdes.

Anónimo dijo...

no fue para tanto porque, gracias a dios, tu "primera vez" no fue... con...

... las terremoto de maracena!!!

Sentet dijo...

A Dios lo que es de Dios y al Pelusa lo que es de Alcorcón: la terremoto es de ídem. Que tú hayas tenido alguna experiencia brutal en Maracena (cosa que no me costaría creer) no implica nada.
I Gustavo, saps ben bé que no. Almenys fins que no em canten la Muixeranga jo no trempe a ponent d'Almansa.